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jueves, 5 de diciembre de 2002

Tiempos

Ayer

Ayer fue un día de revelaciones y sorpresas, como pocos han habido en mi vida.
Vi algunas de las flores más hermosas y fragantes que pudiera nunca imaginar.
Me encontré con amigos y amigas que hacía tiempo no veía.
Disfruté de sus risas, y también sequé sus lágrimas.
Vi amplias sonrisas, cargadas de amor y fraternidad.
Vi rostros arrasados por el llanto, presas de una pena profunda.

Ayer.

Tantas cosas pasaron ayer.
Recordé viejos y nuevos amigos, que no por estar lejos son menos queridos.
Comprendí cuan hondo puede ser un abrazo.
Entendí cuan valioso es un "te quiero" sincero.
Me sentí revitalizado con una sencilla sonrisa.
Sufrí al darme cuenta de la infinita tristeza que puede contener una lágrima.

Ayer.

Son tantas las sensaciones que me surcaron el alma, ayer.
Fui testigo de la demostración de uno de los más puros amores,
Como lo es la amistad sincera y sin condiciones.
También lo fui de uno de los más hondos pesares.
Como lo es la muerte de una madre.
Vi, con rabia e impotencia, lo insondablemente misteriosa que es la conducta humana, y lo poco que conocemos a quienes tanto creemos conocer.
Volví a convencerme, de que el suicidio nada resuelve, y que solo deja a su paso, un universo de dolor.
Me di cuenta, no sin sorpresa, lo duras y fuertes que pueden ser las personas, y al mismo tiempo derrochar ternura y bondad.
Una vez más, aprecié lo rico que soy, y logré reconocer el Paraíso sin que tuvieran que expulsarme de él.
Y también comprendí al fin, no sin un dejo de dolor, que las heridas forman cáscara. Y que luego esas cáscaras se transforman en cayos, que aunque no nos salvan de nuevas heridas, hacen que duelan menos.
Sentí el fétido aliento que pueden proyectar las horas.
Soporté el peso demencial que surge de los minutos que se arrastran.
Sufrí la afilada puñalada que infringe un segundo hecho de eternidad.
Ayer, al fin, fui protagonista y espectador de una de las noches más largas que habitan en mi memoria y en mi corazón.
Ayer, descubrí que el pasado está enterrado y que causa pena, aún cuando sea amable.

Hoy.

Hoy un nuevo día renace.
Hoy, a pesar del miedo, a pesar del dolor, a pesar del poco sentido que parece todo tener, descubro que el sol siempre está, y que solo hay que saber apartar las nubes.
Hoy veo que nadie camina delante de mí.
Intuyo que nadie va detrás.
Y sé que muchos están a mi lado.
Hoy dejé partir a mucha gente.
Hoy les saqué las cadenas a su recuerdo, dejándolo libre y feliz.
Hoy, dejé descansar a los que ya no están, para concentrarme en los que aquí permanecen.

Mañana.

Mañana recibiré nuevamente la bendición del sol.
Y aunque no pueda verlo, mi corazón sentirá su cálido abrazo y eso será suficiente.
Mañana, estaré con mis rayos de sol. Y esos rayos confortarán mi alma, y le darán sentido a lo que hay delante, porque esos rayos están formados por mi gente.

Mañana.

Mañana le sacaré todo lo bueno que el día pueda tener.
Porque mañana, esperando por mí, estará todo por hacer...
Lee el artículo completo!

jueves, 7 de marzo de 2002

Dos hombres con poder

A pesar del título, esta es la historia de un hombre.

Nació en una pequeña ciudad de un pequeño país, en el seno de una familia de clase media. Tuvo una infancia tranquila y normal: nunca le faltó nada material, no sufrió abusos que puedan considerarse serios, sólo algún golpe o reto "en aras de su educación y disciplina", y hasta es posible que su familia realmente lo quisiera.

Estudió cuando debía, y trabajó cuando fue necesario, sin destacarse en nada en especial, ni ser una maravilla.

Tuvo amigos, no muchos, pero si muy escogidos, que lo acompañaron en muchas partes de su vida, tanto en las buenas como en las malas. También tuvo alguna novia a la que quiso, aunque sin llegar a nada en especial.

Hasta aquí todo es muy normal. Su existencia parece normal. Tan normal que hasta parece gris y monótona. En cierto sentido fue así... ¿qué es lo que lo hace especial entonces? La explicación es más compleja de lo que parece...

Sucede que esta persona, cuando todavía era un niño conoció a alguien muy especial. Alguien que lo acompañaría por siempre a donde quiera que fuera en este mundo. Alguien terriblemente celosa, que se llevó a algunas de las personas a las que él más quiso. Esto tampoco señala nada especial, ya que todos hemos perdido a alguien a quien queríamos. Lo que sí puede llamar la atención es el hecho de que nunca pudo deshacerse de la pena y la tristeza. Cada desaparición dejó huellas y heridas que nunca cerraron. Y aquellas que parecieron cerrar, estaban dolorosamente infectadas, cosa que, cualquiera lo sabe, no es buena. El asunto es que acumuló tanto dolor, que al final la existencia se le hizo insoportable y aunque por fuera todo pareció seguir igual que siempre, su interior se transformó en un campo de batalla lleno de muertos. Nuevamente aquí, no hay nada en especial con este tipo. Solo un tío al que, como a tantos, le fallaba un poco la cabeza...

¿Y cuál es su poder entonces? Todo surgió por casualidad. Estaba observando un atardecer mientras viajaba por una ruta, y en un momento dado mientras observaba al sol dirigiéndose a su cuna, comparó el rojo disco con la entrada a otro mundo... y fue tanto lo que deseó que eso fuera realidad, que logró que su alma atravesara esa puerta. Y en el momento mismo de cruzar al otro lado, se encontró con un mundo casi totalmente idéntico al que acababa de abandonar. Salvo por algunos detalles: el dolor, la soledad y las traiciones no existían...

Se encontró caminando a la orilla de un riacho, en el que el canto de sus aguas se mezclaba con el susurro de los árboles, y por primera vez en muchos años, pudo sentirse en paz con sigo mismo y con lo que lo rodeaba. Y deseó poder volar, para ver así qué otras maravillas le ofrecía ese lugar, y al siguiente pestañeo, se encontró flotando, sin esfuerzo ni miedo, y supo, que en ese lugar, su pensamiento era poderoso...

Deambuló por ese mundo perfecto, lo recorrió a fondo, sin terminar de comprender cómo podía existir un lugar así, y para su sorpresa, se encontró con gente a la que creía perdida para siempre. Todos lo rodearon riendo, y en ese momento, sucedió algo que hacía incontables años que no sucedía: se sintió feliz.

Por fin, alguien le habló. Era una pequeña niña, con cabellos de oro, y el sol brillando en sus ojos. Una niña, de una dulzura imposible de encontrar en el mundo, que había poblado sus sueños, y traído paz a su atribulada alma.

— Amigo. Hermano... ¡Al fin nos has encontrado! ¿Por qué has demorado tanto?

A lo que el hombre respondió, maravillado y feliz.

— ¡Mi ángel! Pensé que nunca volvería a verte. ¿Pero por qué hablas como si hubiera estado en una búsqueda?

— Tu vida entera ha sido una búsqueda. ¿Aún no te has dado cuenta? ¿Cuántas veces has pensado en vender tu alma al innombrable, con tal de estar con nosotros aunque solo fuera una vez más? ¿No recuerdas, que estabas dispuesto a sacrificarlo todo, para poder hablar con nosotros? ¿Has olvidado ya tu dolor pasado?

Una nube fugaz ensombreció su mirada al contestar.

— Sí, lo recuerdo. Y sin embargo, ya no lo siento.

— Es muy sencillo, la tristeza y la muerte no tiene lugar aquí. Fueron expulsadas en cuanto cruzaron el umbral por vez primera. Dime una cosa. ¿Vas a quedarte? Tenemos mucho de que hablar...

— Me encantaría poder hacerlo. ¿Pero de verdad es posible quedarse aquí? ¿Y si me quedara, que pasaría con aquellos a los que deje atrás?

La niña lo miró y con una sonrisa le contestó — No te preocupes por ellos. A la larga, o a la corta, los encontrarás a todos aquí de nuevo. Así que... ¿Qué me contestas?

El hombre lo miró pensativo y dijo — Déjame pensarlo un tiempo, y sabrás mi respuesta. Ahora debo irme...

Y diciendo esto, volvió a su "realidad" cotidiana y meditó en todo lo que había visto y vivido. Sin llegar a convencerse de si había sido un sueño o no. Extrañado, observó que el disco incandescente del sol aún estaba ahí, que el día no había terminado todavía. Y en ese instante se dio cuenta de que en ese mundo recién descubierto, tampoco existía el tiempo.

Desde ese momento, comenzó a observar el mundo que lo rodeaba y lo que contenía con nuevos ojos, como si buscara razones para permanecer en él. Caminó por sus calles y descubrió que mucha de la demás gente también vivía en su propio mundo, pero con una diferencia: en esos mundos, la mayoría de ellos eran los únicos habitantes... Descubrió también, o mejor dicho se convenció al fin, de que el hombre es lobo del hombre. Solo preocupado por él mismo, y sus vanos intereses, sin preocuparse de a quién pisa para conseguir aquello que ambiciona. Miró a la tierra que moría, con su sangre envenenada, y sus pulmones arrancados. Vio que esa misma tierra lloraba, y sintió sus lágrimas. Miró a su alrededor, y no sólo vio, sino que también comprendió, que su lugar no estaba en este mundo gris, lleno de indiferencia. Su lugar estaba al otro lado del túnel. Donde no existe el dolor, y la palabra violencia ha sido suprimida de los diccionarios.

Por fin, un día, decidido al fin, llamó a todos sus amigos, y se despidió de todos ellos, diciendo que pronto se verían de nuevo, y que estarían juntos por siempre. Y así, para la sorpresa de todos, miró hacia el sol del atardecer... y se derrumbó.

Los médicos dicen que sufrió un pequeño aneurisma que ocasionó muerte cerebral, que, como les gusta definirlo a ellos lo dejó en estado vegetal... Bien, eso no es cierto. Hablamos mucho, antes del famoso "ataque", y me contó toda la historia... Yo sé que está en ese mundo perfecto, esperando por nosotros, sus amigos.

¿Te preguntas cómo puedo saber que todo esto es real, que no es una locura ideada por una mente enferma? Es muy simple: a mi también me gusta mirar el atardecer...
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lunes, 18 de febrero de 2002

Hieros Gamos

Hemos vuelto a ser dos, tal como antes de empezar.

Estoy a tu lado, exhausto pero feliz de tenerte, mientras te sigues estremeciendo con las oleadas de placer que continuan llegando. Feliz de amarte y de saber que me amas.

Siento cada mínimo roce de tu piel contra mi cuerpo.

Siento tu delicado perfume que me abraza en silencio, que me embriaga y me hace soñar.

Siento tu calor. Tu vida.

Siento tu respiración agitada que empieza a calmarse, igual que la mía. Dos alientos que se fundieron, a la par que nuestros cuerpos y nuestras almas también lo hacían, convirtiéndonos en uno solo. Dos chispas de vida que se unieron de manera indistinguible en un solo cuerpo hecho de luz, blanca y cegadora. La comunión más perfecta. Más allá de las dudas y los demonios. Más allá de los miedos, de los problemas, las preocupaciones y las tristezas...

Una sola conciencia...capaz de ver el rostro de la Divinidad.

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sábado, 26 de enero de 2002

Atlantes

A dónde se va la vida? Eso es lo que me pregunto a veces, durante algún momento de esos en que las ideas incoherentes vagan a sus anchas por mi mente.

Sin embargo, en algún instante todo parecía brillante y claro. Definido.

Luego, el tiempo fue pasando, y la brillantez dejó paso a los tonos grises, que quizá hasta llegaron a convertirse en tinieblas, cuando la suerte fue declaradamente desfavorable. Y ya nada apareció de forma definida. Muchas, si no todas las cosas fueron desdibujándose, hasta el punto en que ya no se aprecia la vida como un flujo continuo, sino como una colección de momentos. Y aún éstos van borrándose hasta desaparecer. Y me pregunto, a dónde se van esos momentos que componen la vida? Por qué es tan difícil retener los buenos momentos y los buenos recuerdos, y sin embargo es tan sencillo verse agobiado por los otros? E incluso los buenos recuerdos parecen estar perpetuamente velados por una nube de humo gris azulado, viciado, que les quita cualquier rastro de tibieza, de amabilidad...

La vida es lo que te sucede mientras te empeñas en hacer otros planes, decía Lennon... sí, y qué? Se va de todos modos, y nadie parece saber a dónde...

Soy como un niño descuidado con los bolsillos rotos: todo lo pierdo... o no recuerdo dónde mierda lo dejé, que para el caso es lo mismo.

O tal vez sea como un pescador cuya red tiene un enorme agujero en el mismísimo centro: los peces llegan... y pasan de largo. Nada queda en ella, y al final de la jornada, nada queda en sus manos.

Junto con esto, llega el recuerdo del Akallabêth, esa visión tan particular de J.R.R. Tolkien del final de la Atlántida. La vida guarda alguna similitud con esto, sobre todo en lo más obvio: tanto la una, como la otra se van en algún momento.

Estoy, o el menos lo estaba, en la Atlántida, y todo estaba bien, pero era arrogante... Ahora llega el Akallabêth, diez años más tarde de lo debido, ya no hay una puta cosa que esté bien y estoy continuamente con la desesperante sensación de no saber qué carajo va a pasar con la vida, con este trozo de tierra que me sostiene... me hundiré con ella, o quedaré a flote? Y de quedar a flote, me verá alguien, algún otro sobreviviente, lo suficientemente a tiempo como para alcanzarme un salvavidas, o aunque más no sea, para decirme “adios, hermano”, y aliviar así la soledad?

A fin de cuentas, la maldita Atlántida era una isla... y es bastante poco agradable ver cómo se hunde el mundo y no saber hacia dónde correr... como una rata navegando sobre un cascajo en alta mar que esté a punto de sozobrar.

Todavía recuerdo, como si hubieran sucedido ayer, cómo eran las cosas, en la primavera de los tiempos, es decir, hace poco menos de una década, cuando la Atlántida todavía estaba a flote y en pleno auge. El mundo parecía pertenecerme a mí y a mi gente. Éramos los amos del tiempo, porque éramos eternos.

Al final, resultó que no. No éramos dueños de nada, ni siquiera del suelo que pisábamos. Al final, resultó que el mundo apenas nos toleraba en su superficie, y el tiempo era un charlatán usurero y ladrón, viejo y desdentado, que nos robaba con una mano mientras estábamos idiotizados mirando las cuentas de colores que sostenía en la otra.

Pero cómo podíamos saberlo? Cómo...? Estábamos en la Atlántida, che! Te das cuenta? Era Atlántida! Nuestro reino que duraría por los siglos de los siglos, ad infinitum, amén. Todo iba viento en popa. Luego un pequeño temblor o dos, y de repente... las aguas se retiran para alimentar una enorme ola hecha de oscuridad y ruina. En medio de la confusión y el caos, rodeados por un crescendo de destrucción, vemos desaparecer el suelo debajo de nuestros pies.

Chau, Atlántida! Brindo por eso!

Mis saludos al fondo de donde carajo sea que hayas ido a parar!

Y así naufragamos. Desapareciendo con ella. Nos fuimos con ella. Naufragamos y morimos con ella. Aunque no sepamos si el resultado sea hundirse o flotar, eso no cambia: naufragamos y morimos, aunque nos empeñemos en lo contrario.

Podían quitarnos la Atlántida, y con ella la inocencia que pudiera quedarnos... pero por qué también hicieron desaparecer la esperanza?

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Uruguayos del nuevo milenio

Ya está... estamos en el mileño de lleno. El siglo XX ha quedado atrás. Como podía preveerse, de inmediato aparecieron cientos de eruditos, filósofos, pensadores y chantunes varios, a sacar conclusiones de lo que fue lo que podría llamarse el siglo más relevante de la historia de la humanidad. Infinidad de logros se han alcanzado, tanto para el bien, como para el mal. Sin embargo, yo prefiero confrontar un panorama más nacional, más ciudadano, cotidiano y lunfardo (para gente como uno, vio?), de lo que fueron los últimos 100 (cien) años, los 19xx, pero sobre todo, de las vivencias y rasgos que nos caracterizaron a los uruguayos, y compararlos con los que nos caracterizan actualmente. Es decir: AYER vs. HOY.

Antes

Ahora

Éramos un país con futuro

Somos un país que añora su pasado

Éramos la "Suiza" de América

Somos la risa de América y el MerCoSur

Éramos románticos y progresistas

Somos fríos y pos modernos

Éramos los campeones, les íbamos a ganar

Somos los sinvergüenzas que caen a picotear

Éramos la "Tierra Prometida" para los inmigrantes

Somos la "Tierra Prometida"... para los traficantes, ladrones, corruptos, y demás gente "bien"... y los inmigrantes somos nosotros

Practicábamos la democracia

Practicamos la demagogia

Los Colorados eran conservadores, los Blancos eran revolucionarios, y la Izquierda no existía

Los Colorados son conservadores (de grandes coimas), los Blancos son revolucionarios (han revolucionado el arte de la corrupción), y la Izquierda no existe (pero está el Frente Amplio)

Nuestros políticos daban la vida por sus ideales

Nuestros políticos dan nuestra vida por su bienestar

Nos saludábamos sacándonos el sombrero

Ya ni nos saludamos porque vamos con el diskman al re mango

Pedíamos "permiso" y "por favor"

Lo único que pedimos es fiado

Éramos correctos, y piropeábamos a las damas

Somos lo más boca sucia, y las "damas" son las peores

Tratábamos de "usted" o "señor" a nuestros padres

Los tratamos de "che", "vo", "viejo choto" y otros adjetivos que no se detallan por su extensión

Nos casábamos por amor, y "hasta que la muerte nos separe"

Nos casamos para ver cómo es no estar soltero, o porque embarazamos a la minita, y si no lo hacemos el suegro nos degüella

Nos casábamos con...

Nos casamos contra...

La vida de casado era única

La vida de casado es corta (como patada de chancho: un año y divorcio en fija)

La infidelidad estaba muy mal vista

La fidelidad está muy mal vista

La timba era inmoral

La timaba está amparada, alentada, y monopolizada por el gobierno (¡Vivan los Casinos del Estado!)

Planificábamos las vidas de nuestros hijos

No nos animamos a planificar ni siquiera los próximos dos meses

Creíamos en el trabajo y el ahorro

Creemos en el curro y en sacar la lotería

Queríamos que nuestro hijo fuera abogado

No queremos un hijo... ya que no sabemos si lo vamos a poder alimentar

Le contábamos nuestras confidencias a nuestro mejor amigo, y nos confesábamos con el cura un par de veces al mes

Vamos al psicoanalista, nos pudre el bocho, y todavía nos faja 400 mangos por hora

Admirábamos a Artigas, Batlle, Saravia y a Nasazzi

Admiramos a los Rolling Stones, AC/DC y a Enzo Francescolli... de Artigas, Batlle, Saravia y Nasazzi, solo quedan los nombres de las calles

Teníamos excelentes futbolistas

Teníamos excelentes futbolistas

Le temíamos a la tuberculosis, la sífilis y el cólera

Le tememos al cáncer, el SIDA, y nos da cólera y pavor cualquier crisis de los países vecinos

Sabíamos disfrutar del buen teatro y la buena música

Nos enloquecemos por la basura de la televisión, y con cualquier grupito rasca que toque cumbia

Teníamos médico de familia

Tenemos curandera, que es más barata y no nos mata

Nuestros gobernantes se preocupaban por lo que pensara el pueblo de ellos al terminar su mandato

No se preocupan por un carajo... total, a los cinco años nos olvidamos de todas sus macanas y los elegimos de nuevo

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Mi generación... y la otra

Una vez más te pido disculpas por adelantado.

Una vez más voy a decirte cosas que ya sabés, y que no te gustan.

Una vez más te pido permiso para hermanarte con mis historias, ya que somos tantos los involucrados en ellas, que no puedo evitar generalizar, con los riesgos que eso conlleva.

Una vez más, quiero tratar de explicarte que esto no es un panfleto, que simplemente es un grito de rabia, que busca llamar tu atención para decirte que no estás solo, o sola; o para descubrir que no estoy solo...

Hace un tiempo comencé a “registrar” las conversaciones que mantengo con distintas personas, tanto las trascendentales, como las triviales, ya sean clientes, proveedores, conocidos, la familia, y por supuesto, los amigos.

Un tema común, claro está, es la crisis atroz que atraviesa Uruguay en este año del 2002, pero me llama la atención lo que viene luego...

Mis amigos y conocidos más afines, aquellos que todavía estamos en “los 20”, los que somos de la misma generación tenemos algo que cada vez más, nos hermana. Un denominador común, también, con la generación anterior, la de nuestros padres.

Muchas conversaciones comienzan hablando del presente, el clima, la crisis generalizada, la falta o precariedad del trabajo. Los que se fueron a España, el que terminó en México y el que espera empezar de nuevo en Venezuela ahora nomás, a fin de mes. Los que se fueron a Alemania, y los que consiguieron trabajo bien remunerado, pero en Canadá. La ineptitud y falta de coraje y compromiso de nuestros políticos (más allá del partido que sean), los que fueron despedidos, los que entraron en el Paro, los que enfermaron, los que murieron... cada muchos días, y cada muchísimas conversaciones, aparece una buena noticia (aunque sólo tímidamente buena en la mayoría de los casos) para apartar un tanto los nubarrones.

Luego se pasa, casi invariablemente, a hablar en tiempo pasado...

—Te acordás de aquél tiempo en que éramos una banda de gente? — pregunta uno cualquiera de nosotros.

— Síiiii! Qué bueno que estaba eso!! Te acordás cuando Juan y Martín fueron a...? — se contesta de inmediato, y comienza una interminable conversación que rememora cada suceso, cada detalle, cada color de esos tiempos ya idos e irrecuperables.

Mi generación, y más precisamente mi gente, y yo mismo, nos hemos acostumbrado a hablar del pasado, de esos tiempos lejanos, de esos eventos ocurridos en la primavera del tiempo... hace poco más de cinco años. Cinco años!! Qué nos ha pasado en tan poco tiempo como para terminar en este punto? Dios! Solamente cinco años...

Vamos a entendernos: nunca nadamos en la abundancia, siempre han existido dificultades, y siempre se ha tenido que trabajar duro... pero teníamos algo invalorable: esperanzas y sueños.

Ahora ninguno de nosotros puede hablar del futuro más allá de unos pocos meses, y eso con suerte. Pocos de nosotros tienen perspectivas, y menos aún son los que tienen planes.

Los sueños todavía están, tal vez... pero pisoteados, embarrados, hechos pedazos... y quién puede reconstruirlos, si cada día es una lucha desesperada por sobrevivir, por no enloquecer, por no abandonarse?

El futuro es casi inexistente, o mejor dicho, está teñido de negro; el presente por otra parte, es demasiado sobrecogedor, demasiado deprimente, como para dedicarle más que unas pocas palabras... y entonces nos refugiamos en el pasado.

Incluso nuestros padres, con 50 y más años empiezan a refugiarse en el pasado... para ellos, tal vez, sea peor: porque peor que no tener nada, es haberlo tenido, y haberlo perdido en un visto y no visto. Cincuenta años, una vida de esfuerzos... y aquí están, igual que nosotros que tenemos 30 o 40 años menos: en foja cero, campo raso. Uruguay debe ser uno de los pocos países en los que una persona, trabajando de forma prolija, actualizada y competente, entra en bancarrota a toda velocidad. Cuanto más se trabaja, cuanto más se esfuerza uno, cuanta más agua se trata de achicar, más rápido se hunde el bote... de locos. Esto es Uruguay, hoy. Este es nuestro distintivo más llamativo.

Nosotros tenemos el descreimiento impreso, casi, en la sangre... estamos habituados a las mentiras y a las esperanzas frustradas que nos ha dado el Sistema, sea lo que sea lo que esa palabra signifique. Para ellos es peor, porque durante años albergaron la esperanza de que el Sistema iba a protegerlos, a cuidarlos, aunque fuera mínimamente... pero el Sistema colapsó, o está en vía de ello, y tanto ellos como nosotros acompañamos el movimiento. Peleando con uñas y dientes contra él, pero colapsando también.


Este es Ururugay. Esta es mi generación. La generación de la desesperanza y el exilio...
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