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jueves, 24 de agosto de 2006

Sueños III

Otra vez sueño con el Mictlan, en donde me recibe Mictlantecuhtli. Mi anfitrión, como parte de sus enseñanzas, vuelve a llevarme de recorrida por las inifitas galerías que componen parte de su reino, y en las que pueden verse innumerables pedestales por doquier. Sobre cada pedestal, hay un recipiente, muchas veces parecido a una botella, pero en cada caso individual y único.

Llama mi atención una botella que no se parece en nada a una. Es una esfera perfecta, y de un material tan delgado que parece no estar allí. Sin embargo, a diferencia de otras que he visto, está vacía. Mictlantecuthli me explica que no siempre se ve a su ocupante debido a que no siempre está ahí. Extrañado, pregunto por qué. La explicación es sencilla: el tipo todavía está vivo; pero al ser uno de los dos hombres con poder, puede llegar... aunque no se de cuenta de ello.

Todo comenzó cuando su amigo se escapó al otro lado del Portal del Sol. Eso hizo que él se hiciera muchas preguntas y se planteara grandes interrogantes. Eso no sería especial... salvo porque comenzó a encontrar respuestas para algunos de ellos.

De repente, una persona aparece. Parece ser muy viejo. Cargado de centurias. Está de rodillas, y se mira las palmas de las manos, como si sostuviera un invisible libro en ellas. Empieza a hablar. Con aire ausente y voz queda, como si se estuviera dirigiendo a él mismo.
«La Vida nos mata a todos. A los más afortunados, la muerte les llega cuando todavía tienen algo entre sus manos; cuando todavía no les ha llegado el tiempo de añorarla. Para el resto, los no tan afortunados, nos espera la espera. Evocando recuerdos que nadie salvo otros a la espera quieren escuchar. A veces ni siquiera ellos. Todo cuanto nos queda...
Tiempos, cosas, lugares, personas, amores... idos.
Con el dolor siempre presente y la muerte tal vez como un único y triste consuelo. Tal vez...»

Cuando termina de hablar sus razgos cambian a los de un hombre joven, de no más de 35 años.
Me intriga. Es el primero cuya apariencia fluctua, por lo que interrogo a Mictlantecuthli.
— El sabe lo que pasa. No tiene más de 35 años por cierto. Pero muchas veces se siente como si todos los años que han sido estuvieran a su espalda. Su alma es muy vieja. Está triste por haberlo descubierto demasiado pronto en esta vida. Por eso es que fluctua. Y por eso se mira las manos: las ve vacías cuando sabe que están llenas; llenas de cosas por hacer, de personas por amar, de lugares por conocer. Tal vez tenga miedo de hacerlo. O tal vez ya sabe que nada de eso perdurará y se pregunta qué sentido tiene hacerlo. Muchas de esas personas y amores están a su lado, pero las ha apartado. Se ha hecho compañero de su soledad, en cierta forma. Tal vez no soporte el dolor de tener que perderlos algún día.
— Y cuál es la respuesta? Tú debes saberlo.
— Claro que lo sé. Pero tendrás que averiguarlo por tí mismo.
— Y cómo es que llega aquí?
— No lo sabe. Ni siquiera se percata de estar dentro de la botella en ningún momento; está demasiado ensimismado planteándose dilemas como para darse cuenta. Apenas es conciente de estar mirándose las manos, tan llenas pero vacías a pesar de todo...
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