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sábado, 26 de noviembre de 2005

Obsesión

Sos mi ángel. Creo que nunca entenderás lo que quiero decirte cuando te llamo “Ángel”. Todo lo que esa palabra significa para mí.

Desde la primera vez que soñé con vos, sos aquélla que me ilumina el alma con sólo mirarme. La que espanta las sombras. La que me rescata de mí mismo. La del pelo rizado que me deja jugar con él y se ríe junto conmigo. La que me trae paz con una sola caricia. La que me hace tocar el cielo con el regalo más humilde que pueden dar tus labios.

Ay, ángel! Si tan sólo supieras...

Te hablo, te llamo, susurro tu nombre y suelto palabras al viento con la esperanza de que él las lleve hasta vos. Palabras que te dicen cuánto te amo, cuánto te necesito, cuánto te extraño...

Y así paso el día...

Pendiente de las noticias que susurra el viento, en ese lenguaje desconocido pero familiar que he aprendido a descifrar. Y me habla de vos. Él me dice que estás bien, pero que también me necesitas, también me amas, también me hechas en falta...

Hasta el mar está involucrado en toda esta locura. A él le he encomendado mis cartas, embotelladas y lacradas para preservarlas intactas para vos, que habrás de encontrarlas un día. Y le hablo. A la tarde, cuando sube la marea, diciéndole todo lo que significas para mí. Que te espero, porque sólo vos podés darle sentido a todo, ser mi centro y mi norte a la vez. Pidiéndole que se apresure en entregarte la correspondencia. Y el mar me responde, con su rugiente voz hecha de olas y resaca. Con el aplomo que le da su poder me cuenta mil historias, de naufragios y tragedias, como si se burlara de mi. Hasta que lo maldigo, y entonces parece apiadarse y me dice que en algún lugar, me esperas...

Entonces ruego... ruego que sea verdad... y desespero... porque no me dice la manera de llegar hasta vos.

Y así paso la tarde...

Hasta que llega la noche...

Sos mi último pensamiento antes de dormir; y aún cuando cierro mis ojos, sigo perdido en los tuyos, en tu mirada, que me habla más allá de las palabras, tan profunda y cálida que podría sumergirme en ella por toda la eternidad.

Tu imagen se aferra a mis ideas con fuerza, y se resiste a abandonarme con uñas y dientes; pero se va sólo por un momento, porque también pueblas mis sueños. En algún momento, estiro mi mano, confiando en que vas a tomarla, pero tu imagen se desavanece y mis dedos se cierran sobre el aire, rompiendo tu estela difusa.

Es el detestado despertar que me aleja del lugar en el que estamos tan cerca. Y a pesar de eso, eres lo primero que toma mi mente por asalto quedándote allí, con tenaz persistencia, tiñendo mis pensamientos durante todo el día. Porque al abrir los ojos, ansío que mi cama vacía sea simplemente la continuación de un mal sueño. Pero sin embargo, al empezar a percibir lo que me rodea, veo que no es así, que mis anhelos de descubrir tu pelo sobre mi cara, y tus manos sobre mi pecho mientras siento tu respiración sobre mi cuello, no son más que imágenes fugaces conformadas por deseos vanos que me empujan a la locura.

Sólo puedo imaginar la sensación de tenerte en mis brazos, de besarte, de amarte, poseerte y ser poseído en cuerpo y alma. Y esa idea constante, con la que me topo a cada instante, hace que la demencia me carcoma, con saña y de manera insidiosa, como un roedor insaciable de dientes afilados.

Y aunque mis triunfos y logros saben doblemente mejor cuando pienso en vos, porque tu alegría se contagia y me envuelve; y aunque mis fracasos y reveses no son tan amargos, porque sé que cuento contigo para compartirlos, pensar en vos también me cubre con un manto de tristeza, porque no sé cuándo voy a encontrarte.

Y eso, tal vez, sea lo peor: la obsesiva sensación de saber que estás ahí, en algún lugar, y no poder encontrarte.

Dónde, Ángel...? Dónde...?

Cuándo...?
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viernes, 27 de mayo de 2005

Desvaríos III

Y entonces, cuál es?

Cuál es el sentido?

Es la pregunta que me hago cada tanto. Tal vez de manera más usual de lo que sería razonable, o saludable.

Qué es lo que nos impulsa? Para qué estamos acá?

Chris, aquel soldado que sobrevive al final de la película Pelotón se dice que debe encontrar el bien y el significado de la vida... pero es posible encontrarlo? Y qué es lo que encontraremos?

Hay veces en que la respuesta parece clara y bella. Con esa belleza propia de las cosas simples. Pero la respuesta no es tal. Es algo vacío, y la belleza se transforma en un barniz barato que le da una triste pátina a algo que no es tan simple; algo cuya, tal vez aparente, complejidad me saca todas las respuestas de la boca.

Trabajar. Eso eso? Estamos acá para trabajar? Hacer dinero? Acumular bienes? Cosechar éxitos? Sobresalir? Ser un engranaje más de ese monstruoso invento llamado La Sociedad? Sobrevivir? No puede ser eso. Es todo lo que hay? Estamos acá tan sólo para sobrevivir? A veces creo que sí. Hago lo que me gusta, soy bueno en ello, y no tengo a nadie sobre mi hombro. Me va bien, y me siento a gusto haciéndolo. Pero es esa la razón de estar acá? Si se toma distancia, en el gran esquema de las cosas, no parece demasiado. No es demasiado; ni siquiera mucho.

Tal vez amar. Pero qué es el amor? A veces lo busco con tanto ahínco, que se transforma en una obsesión. Como si sólo por desearlo pudiera exorcizar algún demonio. No concibo estar completo sin esa persona especial. Y sin embargo estar con alguien especial, no siempre le da sentido a todo. Como si idealizara al amor, y lógicamente, luego, al descubrir que las idealizaciones son imposibles de plasmar en el plano de nuestra realidad, el sentido que creí encontrar se resquebrajara. O acaso el problema sea que no ha aparecido Esa persona especial. Pero quién sabe? Quién puede decirlo con certeza?

El objetivo, entonces, es esperar? Esperar que llegue algo o alguien que ilumine nuestra alma?

Y si se trata de iluminarnos el alma, no deberíamos enfocarnos hacia adentro? Hacia ese misterioso, lejano e ignoto lugar con el que tanto se ha especulado y sobre el que tanto se ha escrito y dicho? A qué nos lleva eso? A la realización personal? La búsqueda de Dios, Alá o como se quiera nombrar? Yo lo he buscado, y creí encontrarlo... mucho tiempo atrás. Y al final, eso tampoco le dio sentido a nada. Esa búsqueda, sin embargo, me llevó a una especie de descubrimiento: Dios es un tipo cualquiera. Puede derrochar bondad, o hacer gala de una indiferencia y un cinismo duros como un muro. Es capaz de sentir afecto, amor si es que prefieres ese término, pero si te cruzas con él cuando está de mal humor... entonces sí que estás en un problema! En fin, un tipo. Por algo es que somos “a su imagen y semejanza”, no?

Crear. Teóricamente somos creación del Tipo, así que para ser consistentes con la “imagen” y con la “semejanza” deberíamos crear. Pintar. Esculpir. Hacer un juguete. Componer música. Escribir. Aunque sean disparates incoherentes como esto que surge de mis dedos? Ajá, perfecto. Vivimos para crear? Cierto, es lindo. Más que lindo, es regocijante... siempre que se tenga un poco de paciencia. Ver un material informe, o un lienzo, una partitura o una página en blanco y volcarnos enteros a lo que tenemos enfrente para poder hacer surgir algo. No importa qué, si es diminuto o enorme, simple o complejo. No tiene relevancia si somos consumados artistas o los más torpes de los principiantes. Sí importa que lo hagamos con honestidad y ganas. Pero y después qué? Nos quedamos con ese sentimiento de: bueno, ya está... es PRE-CIO-SO! Y ahora? Le dimos vida a algo; tal vez desprendiéndonos en el proceso de una parte nuestra...y a dónde nos conduce eso? Es que debemos correr a comenzar otra cosa? Una y otra vez?

Dar vida? Como el más mísero de los parásitos, preocupados tan sólo por reproducirse y medrar? Se reduce la existencia al viejo “amaros los unos a los otros y reproduciros”? Por supuesto, la idea de un hijo o una hija, a quien transmitir y dar lo que tengo, lo que soy, lo que sé, lo que creo y lo que ignoro, me rondaba feliz e insistentemente por la cabeza, pero... pero esa es otra historia.

Lo cierto es que ni en pedo pienso traer una nueva vida a ESTE mundo... al menos no de momento. Porque a dónde estaría trayendo a mi niño? A este lugar decadente, superpoblado y moribundo? Qué tipo de vida tendría? Tendría probabilidades de ser feliz? Y qué tan buenas probabilidades?

Sería, en otro orden de cosas y desde un punto de vista egoísta, una manera de lograr la inmortalidad... pero quién quiere ser inmortal?

Hey! Voy en contra de la supervivencia de la especie! Al diablo con eso! Y a la mierda con la especie!

Tantas preguntas... y tan pocas respuestas.
Lee el artículo completo!



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