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martes, 21 de agosto de 2007

Tetris calmante

El punto principal, es que han ideado una nueva manera de jugar al Tetris: se llama BioBlox.
Según este artículo de NS, lo que se hace, es poner una mano en un dispositivo que mide la cantidad de pulsaciones... y a partir de ella ajusta la velocidad de caída de las piezas. Es decir, te equivocás en un par de movimientos, crece la altura de la pila gracias a los huecos resultantes, querés bajarla, te ponés nervios@... y la máquina lo detecta e incrementa la velocidad. Divertido. Sólo calmándote y enfriando la cabeza la máquina disminuye el ritmo.

Ojalá lo hubieran inventado antes! Porque mi segundo hogar no fue la escuela. Bah, mi segundo hogar no fue ninguna institución educativa. Mi segundo hogar siempre ha sido mi casa.

Mi Hogar, mi Home, Sweet Home, ha estado en diversos lugares a lo largo de mi vida.
En la época en que tenía más o menos 18 años, mi hogar eran las "maquinitas", el local de los videojuegos. Lugar de reunión por excelencia, ahí conocí a algunos de mis mejores amigos, y me hice de mis peores y más encarnizados enemigos.
Para cuando teníamos 19 años, prácticamente éramos los reyes en ese lugar. Obviamente toda monarquía llega a su fin, cosa que sucedió de manera bastante espectacular cuando llegué a los 23, pero esa es otra historia.

Entre todos los juegos de esa época, con el pinball de Arma Mortal y Terminator, Street Fighter, Mortal Kombat, las primeras Teken en 3D y otras con más o menos años (incluso había un centenario Moon Patrol, y lo que yo creo sería el primer PacMan de la serie), había un juego en especial del que me enamoré: el Tetris.

No recuerdo bien cómo comencé a jugar con él. Tal vez haya sido durante una espera para jugar en otra máquina o andá a saber qué. El tema es que con el tiempo, empecé a aficionarme a él... y a perfeccionarme.

La versión que había acá, debía ser muy particular, porque la vi en poquísimos lugares. Seamos claros, el Tetris es básicamente igual en todos lados, pero hay pequeñas diferencias en las velocidades, en los tiempos de respuesta, en los niveles, que los diferencian.

Uno empezaba lentamente, y en cierto punto, cuando se llegaba a una cierta cantidad de líneas eliminadas, la máquina aumentaba la velocidad de caída de las piezas. Hacía esto a intervalos regulares, por lo que después de un tiempo de jugar, uno ya sabía que para poder continuar, antes de la línea 500, la altura de la pila no podía ser mayor a 8 filas, por ejemplo. En caso contrario, la experiencia lúdica sería brutalmente corta.

Yo tenía un par de "fronteras": De "en calma" a "adrenalina en aumento", después del segundo incremento de velocidad. "Adrenalina en aumento" terminaba en el nivel "locura" cerca de la línea 750 u 800, cuando las piezas venían a velocidades de vértigo, mal presentadas, y la pila no estaba ordenada.

Luego de "locura", cuando podía, cruzaba la barrera mágica y entraba en "Tetris Zen". Ah, qué placer! "Tetriz Zen" era un estado de la mente. Como quedar envuelto en luz (toma ya, melodrama!). En realidad, era más un entrar en piloto automático, un espectador. Solía ocurrir en la línea 1000, en el último incremento de velocidad que llegué a conocer. Generalmente la pila no tenía más de 4 o 5 filas de alto, y la máquina me podía tirar tirabuzones cuánticos, y nacos de punta, a la velocidad que se le antojara, que yo los acomodaba. Todo era claro; de super alta resolución. Hasta me daba el lujo de fumar un pucho y conversar con los vagos que había a mi alrededor. Un tipo sentado 45 o 60 minutos corridos frente al Tetris, con una sola ficha, llamaba la atención, y mi ego adoraba esa atención.

Cerca de la línea 1300 empezaba a aburrirme. Cuando llegaba a la 1500 ya era completo el aburrimiento y me daba por hacer inventos raros... o directamente dejaba la máquina, cosa que llevó, en su momento, a la disolución de la monarquía en las maquinitas.

Pero esa es otra historia...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El rey del Tetris??? Qué bueno, yo me acuerdo de jugar al de la ranita, en Las Grutas (porque en Neuquén estaban prohibidas las salas de juegos). Encima era un queso! Te envidio el recuerdo de ser un as de las máquinas.

Naazgul dijo...

Ja! En su momento, anduve cerca.
Ahora, lo más probable es que llegar a las 300 líneas sea toda una hazaña.
Eso de as, es relativo. Lo que importaba era el grupete que habíamos armado y el ambiente que se respiraba en ese lugar. Ese recuerdo sí es digno de envidia ;)



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