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lunes, 7 de mayo de 2007

Nostalgia de lo por venir

No es usual sentir nostalgia de lo que está adelante. Casi es algo que contradice su misma definición. Pero sin embargo es exactamente eso lo que siento.
Hoy es un día frío de verdad, y es como si el clima se hubiera aburrido del otoño, para saltar directamente al invierno.
Qué buena época! Y pensar que todavía faltan dos largos meses para estar de lleno en ella! Lo por venir me viene en flashes y me hace sonreir.
La naturaleza entera en letargo, y se vuelve introspectiva. Muchas cosas parecen muertas y descarnadas. Sólo apariencia. La vida sigue fluyendo, pero en ralentí.
La voz del viento cambia, y se hace más aguda al pasar entre las desnudeces.
El aliento que se condensa incluso antes de salir de la boca.
La hora que precede al alba, tan condenadamente fría. Tan fría que la atmósfera tiene una claridad abosluta. El cielo se transforma en un campo de diamantes.
Y cuando sale el sol, los diamantes se trasladan al suelo, mezclando su brillo con el resplandor cegador del sol sobre la escarcha.
Heladas monumentales, de esas en que se quiebran los pastos cuando los pisás.
Y una hora después de la salida del sol, cuando comienza a levantarse la helada, el viento que corta como la navaja más afilada.
Prenda sobre prenda, el frío todo lo traspasa, y el único remedio es un buche de algo fuerte y ponerse en actividad.
Todo lo que tiene de opresivo el verano, se transforma en actividad en invierno. Si hasta da gusto trabajar!
Cuando te alcanzan un mate. Calentito y recién cebado. Las manos que se abrazan a su alrededor, como amantes amorosas. Buscando el contacto, buscando el calor.
El tiempo de la comida de olla. Muchas chanchadas y carbohidratos. El cuerpo recibe todas las calorías gustosamente, y esa pesadez automática de después de comer que se siente en verano, no existe.
Las noches al amor del fuego, cuando lo hay. Este año voy a extrañar no tener más la estufa a leña. Qué bueno era eso! Un sillón, una copa de vino y un libro como complemento de las llamas. O tal vez sólo las llamas y un cigarrillo y el silencio, mientras las volutas de humo cambian de tonalidad al pasar frente a la luz mortecina.
Tiempo de yacer abrazados, de abundantes mimos, dándonos calor mutuamente... aunque eso sí es nostalgia.
La búsqueda del sol, ese poncho de los pobres, y la tibieza que pueda dar.
Las sobremesas en el río. En ese lugar reparado en que da el sol. Los mates a la una de la tarde con Naxto, en esa rinconada espectacular en la que el calor es tal que quedamos en mangas de camisa aunque todo el resto del mundo ande enfundado hasta las cejas en prendas de lana. Sin embargo, este año no va a ser lo mismo. Falta el puto perro... no sé cómo nos vamos a arreglar.
Tiempo de tallas. La actividad disminuye. El sol se va antes a su cuna, y con él se acorta la jornada laboral. Más tiempo para dedicar a la madera. Especialmente lindo para las más grandes, esas para las que se necesita el mazo: más ejercicio para entrar en calor.
Tiempo de la grappa con miel y guaco. Del café irlandés. De la cerveza negra caliente. Tiempo para probar el vino con especias que tengo prometido. Sí, a vos te hablo, sabés quien sos: no me olvido... y no voy a dejar que lo olvides!

Buena época el invierno. Muy buena. Estoy seguro de que me faltan cosas, pero no importa.... ya cada vez falta menos, y seguro que en su momento me voy a acordar.

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