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martes, 10 de abril de 2007

Civilizada hipocresía

Qué es ser "civilizado"? A mi modo de ver, una hipocresía, lisa y llana.

Con la excusa de la civilización, de las formas, de lo socialmente aceptado, las personas se creen (nos creemos) con libertad de decir lo que se les ocurra, de la manera que se les ocurra, a quien se les ocurra. Y el receptor de esas palabras, a veces injustas, a veces injuriosas, a veces claramente provocativas, muchas veces es un perfecto desconocido o apenas conocido, y debe mantener el tipo. Puede responder verbalmente, lo que puede degenerar rápidamente en una infructuosa y frustrante discusión, tomarlo a broma (aunque no tenga nada de gracioso), o callarse la boca y soportar el garrón como un señorito inglés. Incluso se considera que aguantarse en el molde es lo mejor. Que no vale la pena una ulterior respuesta.

Ese es mi problema actual. Tengo cada vez menos ganas de contestar impertinencias, soy menos propenso a pretender que ciertas cosas o dichos me causan gracia y me voy hartando de soportar ofensas. En lugar de eso, tengo cada vez más ganas de ir a algo más expedito y efectivo. Pero no. Uno tiene que tomarse las cosas con calma. Pensar. Ser civilizado. Eso de andar por la vida golpeando a cada persona que te busca las cosquillas, o busca enzarzarte en una discusión interminable, está mal visto. Sencillamente no se hace. Y si vas por ese camino, serás censurado duramente.

Y eso está muy bien, verdad? No. No está para nada bien. Esa mal llamada civilización, es un caldo de cultivo para vicios y actitudes que, sin llegar a desaparecer, deberían ser utilizados o aparecer, en circunstancias muy puntuales.

Antes, por ejemplo durante la escuela o en secundaria, no era así. Todo era mucho más simple. Había más "economía". Nada de perder tres horas discutiendo al pedo. Si vos decías algo impropio, hiriente o provocador, te exponías a que te la dieran bien dada. En 30 segundos se arreglaba todo. Uno era conciente de eso, y esa conciencia, ese saber, te volvía prudente en el trato con los demás y en el hablar. Es más, casi era un camino hacia la sabiduría, porque llegabas a PENSAR lo que ibas a decir, ANTES de decirlo. Porque cómo te la daban! Y salvo que fueras sadomasquista, tratabas de evitar una paliza bien aplicada.

Lo socialmente aceptado era completamente distinto y mucho menos falso. Si pretendías meter el dedito ahí en la herida y revolverla, o si decías algo con sonrisa burlona, tu interlocutor tenía perfecto derecho a borrarte la sonrisa de la cara con un guantazo bien dado. Y eso estaba muy bien. No sólo bien, era aplaudido y justificado por tus pares (es decir, otros niños o adolescentes). Estuve en los tres grupos... aunque más usualmente (y lamentablemente) en el de los bocones. Pero a través del "duro aprendizaje" aprendés a expresarte y hasta aprendés a guardar silencio. Es algo invalorable.

Parece paradójico: un poco de violencia proporcionada, servía para que todos fuéramos más civilizados. La sociedad marchaba sobre ruedas aceitadas y se regulaba a sí misma, excepto por los abusadores de siempre, que es harina de otra bolsa.

Pero luego se pierde. A medida que vas creciendo, tus mayores, que se supone que saben de qué va la cosa, te van educando, te van "civilizando". Son como pinceladas de corrección, que capa tras capa ocultan el orden natural de las cosas, hasta que llegás a considerar que lo civilizado y lo no violento es lo adecuado. Pero no es una no-violencia integral (algo que sería loable), ya que se refiere sólo a la respuesta física. Podés hablar, gritar o hasta insultar, simpre que no levantes un dedo. Ni que hablar de Internet, lugar en que estas maneras de proceder campean a sus anchas en muchas actividades (foros, chats, blogs, etc).

Es como una involución. Una especie de detención en la "educación social". Cambiamos los puños por la afilada punta de la lengua... y es una pena. No me malinterpretes, por favor. La pena a la que me refiero, es que al ser mal visto, poco civilizado y una respuesta desproporcionada eso de agarrar a trompadas y mamporros al ofensor, nace en él, el sentimiento de impunidad. Dejamos de pensar antes de hablar ya que no hay consecuencias inmediatas. Uno deja de aprender a callarse la boca o a buscar las palabras adecuadas para decir algo. Porque es claro que hay formas y formas de decir las cosas. Y con esa falta de "castigo" llega la sensación de que está bien mandar cualquier barrabasada. Sé de lo que hablo: lo hago a cada rato, todos los días, y es una pena. Por no decir vergüenza y por no decir imprudencia. Un día encontrás a alguien de la vieja escuela, alguien que se pasa por el quinto forro eso de "ser civilizado", y te la da. Entonces viene el recuerdo, la vuelta a revisar enseñanzas pasadas. Nuevamente aprendés que todo tiene un límite... al menos por un tiempo, hasta que te olvidás, pensás que sos impune, y alguien te vuelve a recordar que no lo sos. Pero mientras tanto, vas alegremente abriendo la boca más de lo debido, haciendo daño más de lo debido, a veces gratiutamente.

Es, acaso, la violencia física más dañina que la verbal? Un ojo morado se cura en unos días, pero las heridas de una palabra viperina pueden perdurar por siempre. Sin embargo, uno puedo terminar en cana si se le ocurre levantar la mano contra un lenguaraz... incluso si se lo merece. En cambio, es socialmente aceptado, civilizado, esperado, que uno responda en los mismos términos; aun cuando la respuesta pueda ser más perniciosa y retorcida que aquello que la motiva.

Esas pinceladas de civilización, son sólo eso. Una delgada cáscara que pretende tapar la naturaleza de las personas. Una mentira que muchos terminan por creer y que hace las cosas más complicadas.

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