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jueves, 26 de enero de 2006

Pequeñas tragedias II

Qué día! Bah, qué par de meses! Meses de dolor. Meses de prueba. Difíciles.

Pero ahora ya todo está bien. Yo estoy bien.

Tranquilo.

El golpe que me di contra el hormigón, al caer en el patio de casa, ya no duele. Y sin embargo pensé que iba a enloquecer de tanto sufrimiento.

A su vez, el pequeño coágulo en la cabeza, recuerdo de ese porrazo de Padre y Señor Nuestro, ya no está... una preocupación menos.

Junto con él, también se fueron los problemas de irrigación en la pierna... uffff... tanto trabajo dio, que hubiera sido preferible que fuera de madera. Es maravilloso poder volver a caminar... y sin dolor. Es como si flotara... y pensar que los médicos querían cortarla! Qué saben ellos!

Y lo mejor de todo? Mi corazón está como nuevo! Más todavía: como si volviera a tener 20 hermosos años, y no esta cantidad enorme de primaveras, que a veces pueden pesar tanto. Pero ahora puedo ir, venir, subir, bajar, a mis anchas, a mi real antojo, sin que ni siquiera se agite mi respiración... no es fantástico?!

Y cuánta gente a mi alrededor! Un mundo! Como si toda mi familia se hubiera reunido en pleno!

Mis hijos e hijas. Mis nietas y nietos. Sobrinos, hermanas, primos, amigos, conocidos... incluso gente con la que fui a la escuela hace tantos años. Faltará alguien? Es probable, ya que todo se organizó muy rápido. No hubo más remedio, por lo que es seguro que no todos se hayan enterado todavía.

Pero nadie hay con cara de felicidad. Por el contrario, todos parecen muy tristes y abatidos. Es una lástima, porque yo me encuentro tan bien...

Y más lástima todavía aquellos que se sienten culpables. Culpables por no haber estado más tiempo juntos, por no haber dicho más palabras, por no haber sabido posponer otros asuntos... Una pena inútil. Sobre todo ellos, han estado aquí de continuo, hoy. Sientiendo que ese tiempo ya no puede ser aprovechado. Resistiéndose a dejarme, resistiéndose a alejarse incluso para comer, como si expiaran una culpa. Sí. Es una pena. Una pena que no podamos disfrutar de la compañía del otro... ya no más.

Aunque yo estoy bien. Ya estoy bien.

Sin dolor.

Todos dicen eso, pero siguen aferrándose a la imagen de mi que conocieron siempre. Quien mejor parece comprender, o asimilar este hecho, es uno de mis nietos, que sabe que ese que está tan sereno y que parece dormido, no es más que un templo vacío.

Es extraño, pero Mi Blanquita, mi Botija de toda la vida, no está hoy. Aunque de todos modos no importa. Yo sé que ella está acá. Como ha estado siempre. Todos están.

Y yo también estoy... y estoy bien.

Ahora que los veo a todos a mi alrededor, miro hacia atrás, y reflexiono. He cometido errores, claro. Dejo cosas pendientes, como todos. Pero en líneas generales, la mirada en retrospectiva es bastante satisfactoria. Ochenta y siete años bien vividos... je! No todos pueden decir otro tanto, eh, botija?

He trabajado duro, y he pasado penurias, como tantos, pero he visto su fruto. Hice mi música; qué tiempos de tango aquellos! He visto crecer a mis hijos, y he comprobado que todos se han convertido en gente de provecho... y que casi no han cometido mis mismos pecados al educar a sus propios hijos. He visto crecer a mis nietos y nietas, fuertes y saludables. Y una de ellas, me ha dado una hermosa bisnieta, rubia como el trigo y amorosa. Desde hace tanto tiempo que ya no lo recuerdo, tengo quien me acompaña en la vida, en buenas y malas. Tal vez sean 58, o bien pueden ser 61 años, mil... no importa. Han sido muchos, han sido todos. Mi Blanca, tan hermosa, tan amada. Mi novia. Mi botija del alma, con quien puedo comunicarme mejor con una mirada, que con simples palabras que limitan sentimientos y pensamientos.

No la quisieron traer... tal vez su corazón, tan débil como estuvo el mío antes, no lo hubiera resistido. Aunque sé que de todos modos está roto y con un gran vacío.

Pero ya todo está bien. Yo estoy bien.

Es una macana el tiempo que hace. La lluvia ha sido muy esperada... las cosechas dependían de que llegara a tiempo... pero tiene razón esa canción que escuchan los botijas de hoy: lo más negro que hay, es un carro fúnebre cuando llueve. Pero bué...

Pobre familia mía! Tantas caras queridas cubiertas de lágrimas y tristeza...

Pero ya todo está bien. Yo estoy bien. El templo está vacío y parece dormido... y yo me alejo.
Estoy en paz.

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