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lunes, 25 de junio de 2007

Idea Fija

Ella acaba de irse. Hemos pasado la noche juntos y ahora me quedo solo, durmiendo en diagonal como dice la letra de NTVG. Es temprano todavía, por lo que puedo dormir otra media hora. Antes de que se fuera, le comenté a Ella una idea que me rondaba la mente, todavía lo hace. Es de esas cosas que mejor y más lindo es hacerlas de a dos. Ella sonríe, cómplice, pero a pesar de eso, me contesta que lo haga solo. Sin embargo, me resisto. En solitario llevo a cabo esa actividad casi todos los días, así que hoy, que por fin tenemos la chance, no quiero perder la oportunidad de compartirlo con ella... Ella, que a pesar de mis muy razonados argumentos, se va de todos modos. Tiene que cumplir con sus obligaciones y lo entiendo. Lo entiendo sí, pero no por eso tiene que gustarme, como tampoco me gusta la idea de tener que resolver el tema por mis propios medios. Con la idea fija rebotando en mi cabeza, me duermo.

Sueño...

Voy caminando por 18 de Julio, buscando un lugar que parezca apropiado para satisfacer esta necesidad. De repente la veo en una esquina. Me acerco para repetirle mi brillante y sensual idea. Ella está bajando una cortina metálica (de esas que pueden verse en los comercios cerrados), echa llave y desaparece sin más (sí, desaparece... es un sueño, ok?). Sigo recorriendo la ciudad, con la idea fija presente ante mis ojos, y parece que siempre me llevara la delantera, cerrando una cortina detrás de otra. Todos los lugares están cerrados. De repente, una persona silba, llamándome, y me ofrece eso que tanto anhelo. Pero Ella no está ahí, así que sigo mi camino, medio loco de desesperación, siempre encontrando la brutal negativa de las puertas cerradas. Cada vez más ansioso, cada vez más urgido.

Me despierto, frustrado, sólo para descubrir que la cama sigue vacía y que la idea fija sigue incrustada en mi cabeza. Lo quiero, y lo quiero con Ella. Me levanto, me ducho y salgo a la calle. Un viento gélido me recibe. El invierno me roba hasta la última gota de calor. Camino a buen paso con un rocanroll sonando en mis oídos, pero mi pensamiento está centrado sólo en Ella y en esta necesidad que me carcome.

Sucumbo. Ya no tengo voluntad para esperarla un solo segundo más. Encuentro un lugar apropiado, y una persona dispuesta a satisfacer mis ansias y brindarme calor. Un pregunta, un precio dicho en voz baja, un pedido apenas susurrado.

Irónicamente, pocos minutos después Ella aparece como por arte de magia, con su sonrisa de siempre, pescándome en plena tarea. Y al fin, y a pesar de mi indiscreción, podemos disfrutar juntos aquello que tanto he deseado: el desayuno.

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