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lunes, 11 de junio de 2007

E-DU-CA-CIÓN!

El viernes estaba en Montevideo por variadas cuestiones, la menos importante de ellas, el trabajo.

En un momento dado, caminando por Río Branco, entre Colonia y Mercedes, me distraigo mirando la vidriera de una librería.
De repente escucho gritos: "Pará! Volvé! Pará te digo!", seguidos por el chirrido de una frenada.
Giro la cabeza, y veo a una niña pequeña, una ratita de unos 8 o 9 años con su mochila de tiro que había cruzado la calle por la mitad de la cuadra sin esperar a su madre, que lidiaba con un bebé en un brazo y el cochecito en la otra mano.
La señora no cesaba de repetir "Ahora vas a ver. Cuando cruce vas a ver. Vas a aprender a hacerme caso cuando te hablo. Ya vas a ver". Sin gritar, sin apenas elevar la voz, y con un tono que me asustó hasta a mí, que no tenía nada que ver en el baile. Así que imagináte la carita de la gurisita, que ya se veía venir el chaparrón.
A todo esto, el taxista que se había visto obligado a detener bruscamente su marcha a escasos dos metros de la botija, sacudió la cabeza y siguió su camino.

A qué viene este pequeño relato? A que, al igual que el taxista, sólo puedo menear la cabeza, incrédulo. Una madre, con dos niños, uno de ellos de pecho, cruza por el medio de la cuadra, habiendo como hay, sendos semáforos en cualquiera de las dos esquinas. Ella no se preocupa en educar desde el ejemplo. No fue hasta la esquina y esperó la luz verde, como corresponde. No le dijo a su hija "Ves? Ahora está la luz verde y los demás paran. Ahora sí podemos cruzar". Pero se enoja cuando su hija, una niña que absorbe lo que ve como una esponja, es tan irresponsable e inconsciente como ella. En cambio prefiere educar desde el castigo y el miedo.

Vamos a entendernos, todos cruzamos la calle por donde nos queda más cómodo cuando llega el momento. No es que sea correcto, pero lo hacemos igual. Esos 5 a 30 segundos que nos ahorramos, bien valen el riesgo de que nos pase por arriba algún vehículo.

No es eso lo que encuentro censurable. Lo que veo rematadamente erróneo es la actitud de la mina. Ella, madre (presuntamente), está FORMANDO a su hija. La está educando. Le está mostrando su propia visión del mundo. No es necesario que tenga una pizarra y un libro. Si ella se pasa por el quinto forro de las bolas las reglamentaciones, es su acto y no sus palabras lo que enseña, lo que forma. Y la gurisa lo asimila. No lo que le dicen que haga, sino lo que VE HACER A SUS MAYORES. Eso de "hacé lo que yo te digo, no lo que yo hago", no ha funcionado jamás. Y no funcionará, porque es hipocresía alevosa. Y las personas no reaccionan bien (o como se espera) ante algo tan evidente.

Si no querés que tu hijo use palabrotas, prestá atención al hablar, y cuando él o ella esté presente, no las uses. Tanto vas a cuidarte, que al final vos también vas a dejar de usarlas... y eso no estaría nada mal.

Si querés respeto de tus hijos, respetálos a ellos, y a quienes estén con vos mientras ellos están presentes. Tanto vas a cuidarte, que al final vas a respetar a los demás porque sí.

Si tenés un papelito y lo tirás a la calle en lugar de tirarlo en el recipiente adecuado, el botija que esté a tu lado va a registrar el hecho... y le va a parecer MUY BIEN. Porque si papá o mamá lo hacen, y ya que ellos que me educan lo saben todo, entonces si yo lo hago, TAMBIÉN ESTARÁ BIEN.

Los gurises son gurises. Pero mañana van a ser adultos, padres, educadores, formadores. Ya bastante bombardeo sufren todos los días, como para agregarles los tuyos.

Los valores y las tradiciones y las nociones de lo que está bien y mal, se pasan de una generación a la siguiente.

Qué le querés pasar a la próxima?

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