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lunes, 30 de abril de 2007

Pantagruel era un pobre principiante (Parte 1)

Mis viejos me dieron una hermana de sangre, única y maravillosa.
La vida me ha bendecido con algunos hermanos.
Uno de ellos es Guzmán. Cuando nos conocimos en la Facultad no supimos bien si ignorarnos o agarrarnos a trompadas, así que nos hicimos amigos.
En algún momento se nos ocurrió hacer una comida. El día perfecto resultó ser un 1º de mayo de 2001. Esa primera vez, se suponía que íbamos a ser 24 comensales, y como podés imaginarte, cocinar para 24 no es una pavadita, así que nos decantamos por la más fácil: puchero.
Guzmán calculó que había que hacer comida para 30, por si alguno estaba especialmente hambriento, así que la comida se tuvo que hacer en tres ollas, a cual de todas más grandes.
Al final resultó que en el estreno no éramos más de 12. Fue un éxito, claro está... sobre todo porque con tanta comida disponible, todos nos llevamos nuestro correspondiente tupper (algunos, más de uno).

Desde entonces hemos reeditado esa comilona insoportablemente abundante, con un plantel estable y otros itinerantes.
Guzmán, con la sutileza que lo caracteriza, se ha moderado, así que ahora sólo cocina para 20 o 22 , a pesar de que hace un buen tiempo que no somos más de 15. Lo bueno es que ahora usamos sólo dos ollas, siendo necesarias dos o tres hornallas para la principal.

Esta vez, decidí inmortalizar la ocasión, para dejar así un legado a las generaciones por venir. He aquí la primera entrega de este invalorable documento gráfico.

Tráiganlo a Pantagruel nomás... yo le voy a enseñar lo que es comer hasta hartarse y mucho más allá.

Che, Pantagruel: NO 'SISTÍS!!!


Con ustedes, los artistas:




Una invitada de lujo. Grappa Bernardi, con nueces. Largo tiempo esperada por los ávidos catadores del cuadro.





Antes que nada, había que hacerle el control de calidad, así que a ello nos aplicamos. Como se ve, las opiniones fueron dispares...










Luego repasamos los ingredientes e implementos... y algunos comentarios intercambiados por el cocinero y su fiel escudero (moi).

Un poco de pan...


Pregunta: —Che, Guzmán... esos chorizos están bien?
—No sé.. pero tienen buen color! —Respondió el cheff 3 segundos antes de meterlos dentro de la olla.



—No me amenaces con esa porquería, porque la mía es mucho más grande! —Dijo amablemente el escudero, mientras blandía una cuchilla de respetables dimensiones. Nada grave... sólo parte del saludable intercambio de ideas entre colaboradores.

—Hago lo que quiero, porque tengo IMPUNIDAD! —Me contestó el cocinero ante una observación relativa al exagerado tamaño de los trozos al picar la verdura.

—Las zanahorias rallálas vos, porque soy alérgico... —sugirió el cocinero.
—Dale, no jodas! O me vas a decir que te hacen mal por ósmosis?
—Sí!

Así que nada... púseme a pelar las zanahorias, y luego hicimos equipo con el cocinero: puerros, cebollas, morrones (verdes y rojos), zapallos, boniatos, papas, apio, ajos, nabos, choclos.



Luego vino la comidad de verdad: falda (tiernita, con y sin hueso), chorizos colorados, chorizos de cerdo, panceta, morcilla y un pechito de cerdo con varios días de sazón en sal, que daba gusto verlo.

En total, supongo que serían unos 10 o 12 kg de carne, más 5 o 6 de verduras, más (como no podía ser de otra manera) cantidades quasi industriales de protos, con 24 horas de remojados. Y no cualquier porotito de morondanga! Nonono... protos chinos! Unos porotones más grandes que las habas. Una grosería de porotos, como quien dice. Para definirlos con una sola palabra: POROTOTUÁ! (con acento tipo Ryu, el de la Street Fighter)
Todo eso, con alguna diferencia de tiempo, a las ollas, y luego de agregado, incrustado y mezclado, se deja reposar.




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