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sábado, 31 de marzo de 2007

Somos más dañinos que Chernobyl

En un artículo que leí recientemente, se habla de que a través de un estudio se descubrió que en Chernobyl las aves anidan donde el nivel de radiactivdad es menor. Sencillamente evitan esos lugares. Cómo? No se sabe, pero lo hacen.

Lo que más me llamó la atención, sin embargo, no es esa maravillosa particularidad de las aves, si no que se ha constatado un importante aumento en las poblaciones de águilas, osos y lobos. La causa? Prístinamente simple: no hay actividad humana.

En su momento, una superficie de 30 km de diámetro alrededor del reactor fue declarado zona de exclusión. Es inhabitable para nosotros, aún hoy, más de 20 años después. No obstante, la vida salvaje sigue ahí. No sé cómo se las ingenian para sobrevivir, ya que la radiación debe cobrarse su cuota de abortos y malformaciones, supongo.

Es difícil de asimilar tamaño conocimiento. En realidad no encuentro un adjetivo adecuado para calificarlo. Inaudito? Insólito? Asombroso? Increíble? Pasmoso? Sorprendente? Inconcebible? Extraño? Extraordinario? Admirable? Cómo se entiende eso? Cómo se digiere? Todavía hoy sigue muriendo gente a causa de la exposición a la radiación, ya sea directa o indirectamente... pero los animales perviven. No sólo eso: MEDRAN. No se van. Se aferran. Viven tranquilos, tal vez disfrutando de una paz que hacía siglos no tenían...

No se sabe cuánto daño les hace el residuo de nuestra actividad, las secuelas de nuestra locura, pero sin dudas es mucho menor que nuestra presencia.

Sí se me ocurre un adjetivo para esto último: Vergonzoso. Una vergüenza más allá de las palabras. Incalificable...

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