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viernes, 26 de mayo de 2006

Desesperación o Sueños II

La botella era curiosa, negra y brillante. Perfectamente cúbica y pulida hasta el delirio. Parecía llena de humo, y mirar en su interior, era como mirar dentro de un banco de niebla espesa.

— Sólo se ve una bruma, qué se supone que hay aquí? —pregunté extrañado.

— Oh, esa botella. Contiene algo que está a medio camino entre la desesperación y la demencia. La bruma no permite ver en su interior, ya que no todos quieren ver su contenido. Te atreverías tú?

— Y por qué no habría de hacerlo? —Pregunté a mi vez.

— La locura puede no ser contagiosa, pero la desesperación sí lo es. Todas las personas son influenciadas por los estados de ánimo y por los sentimientos de quienes los rodean. Aquí eso se potencia, según he podido descubrir durante el correr del tiempo. Por eso es que la desesperación es tan peligrosa.

— Qué me aconsejas que haga? —Pregunté a mi guía, lleno de dudas.

— No puedo decirte si mirar o no. Puede ser peligroso, aunque instructivo.

— Por qué lo peligroso?

— El habitante de la botella, a diferencia de la gran mayoría que encontrarás aquí, es consciente de lo que sucede, y por supuesto eso no le gusta. Su alma es prisionera.

— Prisionera? Había entendido que este no es un lugar de castigo...

— Y no lo es. Aquí no existe el castigo, de la misma manera en que no existen las recompensas, excepto lo que se provocan las almas a sí mismas.

— Y por qué dices entonces que está prisionera? — Pregunté más extrañado que nunca.

— Porque esa alma así lo quiso. Se siente culpable consigo misma, y siente que debe pagar. No creo que te guste lo que verás, pero no voy a desaconsejarte mirar. No todo lo desagradable es dañino.

— Bueno, y cómo puedo mirar al interior?

— Apoya tus manos sobre ella y verás todo lo que deba ser visto.

Le volví la espalda y con un poco de miedo ante lo que vería apoyé mis manos sobre la superficie. Al instante sentí un escalofrío que pareció recorrerme de punta a punta. La visión se aclaró y lo que vi, efectivamente, no me gustó.

En el centro había un muro de piedra con grilletes fijos a él, que aprisionaban los brazos de un hombre... o los brazos de algo que una vez había sido un hombre. Estaba de rodillas, con los brazos a su costado, laxos, y su melena castaña se confundía con las greñas de su barba

Cuando levantó el rostro para mirarme, no supe si sentir pena, asco o miedo. Su cara aparecía demacrada y sucia; sus ojos tenían una expresión alucinada, con una mezcla de terror y locura, que parecían mirar sin ver; y su boca estaba permanentemente en una mueca, como si no supiera si romper a gritar o a reír.

Para mi sorpresa, comenzó a hablar.

— Qué hacés, ché? Venís a hacerme compañía? Naaa... sólo sos un curioso más —dijo con tristeza. Su expresión cambió de repente, dando paso a la furia—. Claro! Quién sería tan estúpido como para venir conmigo? Aunque sin embargo tenés toda la pinta de ser lo suficientemente estúpido como para hacerlo. De todos modos no hay lugar. Es difícil morir? —Continuó incoherentemente—. No, en lo abosoluto. Incluso es mucho más sencillo que vivir. Y amar? Has intentado amar? Eso sí que es sencillo! Sólo tienes que dejarte fluir. Lo difícil es que te amen... o peor aún, dejar de hacerlo. Esa puta! Esa maldita puta! Me robó todo! Me mató en vida! El amor sólo sirve para dejarte con las manos vacías!

No podía creer lo que estaba escuchando y viendo. Y sin embargo, eso no fue todo... tan sólo el comienzo. El atormentado espíritu tomo aliento y continuó, con ojos inyectados en sangre y desorbitados.

— De qué te ríes? Maldito hijo de perra! De qué carajo te ríes?! —En este punto de su monólogo intentó abalanzarse contra las paredes de la botella, pero los grilletes lo detuvieron—. NO! —Gritaba frenético—. Suéltenme! Quiero matarlo! Voy a reducirlo a lonjas palpitantes que supliquen por piedad! Suélteneme! Él debe pagar! Alguien debe!

Intentó abalanzarse nuevamente, pero las cadenas se tensaron y sus brazos se retorcieron hacia atrás debido al impulso. Con una mueca de dolor, el hombre cayó al piso, gimiendo. Su furia se había desvanecido y sólo quedaban lágrimas. Luego de un momento, volvió a hablar, y esta vez sólo podía percibirse pena en su voz. Una tristeza profunda, insondable.

— Alguna vez te sentiste como si tuvieras una bomba en tu interior? O mejor aún, como si vos mismo fueras una bomba? Alguna vez fuiste tan consciente de ello que la sola idea de poder estallar en cualquier momento te sumergía en la más obsesiva de las ansiedades? Alguna vez? Sabes? —Continuó, y un fugaz brillo de cordura apareción en su mirada—. En un tiempo yo creí que esa bomba me encerraba, que me impedía hacer aquello que deseaba. En un tiempo, creí que al estallar se liberarían fuerzas poderozas; fuerzas para crear, o para hacer, o para lograr lo que fuera que intentara. Tanto tiempo pensé así, que me olvidé de vivir, fantaseando con lo que haría después que ocurriera la explosión... con la grandeza que me esperaba... Cuando quise darme cuenta de lo que había hecho conmigo mismo, quise estallar... pero de furia! —En este punto se interrumpió y rió amargamente—. Y eso tampoco pude hacerlo, porque ya estaba demasiado débil, demasiado viejo! No me quedaba NADA! Y no estallé! Todavía sigo sin poder estallar! No he estallado! La gran explosión no se produjo! Pero vendrá, y podré salir de aquí! Pero ya vendrá! Vendrá, sí! Vendrá...! Vendrá...! Vendrá...!

Horrorizado por sus alaridos, solté la botella, que volvió a cubrirse de vapores silenciando los gritos.

— Qué es eso, por Dios! Qué causó esa locura? —Pregunté, alterado.

— Tranquilo. —Contestó Mictlantecuthli—. La respuesta es simple: fue causada por el amor.

— Amor? Es una broma, verdad?

— Oh, no. No es ninguna broma. El amor es la fuerza más poderosa del universo. Puede salvar e iluminar, pero también puede destruirte y sumirte en un negro pozo de desesperación. El odio es poderoso, pero el amor lo es más todavía, porque el odio siempre lo destruye todo, tanto a la fuente como a quien está dirijido. Y bien lo sabes, cualquier infeliz puede destruir. El amor, en cambio, puede curar, puede redimir incluso, pero si no sabes hacia dónde dirigirlo y lo guardas en tu interior, puede envenenarte, transformándose en algo nauseabundo. Si lo guardas en tu interior, será como una bomba a punto de estallar... pero sin hacerlo nunca. Comprendes? No esperes nunca la explosión... no es una bomba. En lugar de eso, imagina que es como un sol, siempre nuevo, siempre brillante. No estalla, pero su energía tampoco se guarda: se dirige, se esparce en infinitas direcciones con infinitas intensidades, para alimentar muchas cosas, para dar vida. Recuérdalo! No me gustaría verte sujeto por grilletes.
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